Dormir

Ahora vuelvo a encontrarte

en mis sueños.

No sé si por nostalgia

o por cúmulo de ausencias,

pero, nunca antes,

dormir fue mejor plan.

Te odio

Te odio
por tus miedos,
por tus dudas, 
por tus complejos.

Te odio
por callar,
por bajar la mirada,
por dejar de soñar.

Te odio
por tus derrotas,
por tu tristeza,
por las promesas rotas.

Te odio
porque al mirarme
en el espejo
siempre estás.

Tu invierno. Mi infierno.

Te di el poder
de mandarme
al infierno
y descubrí
que no se está tan mal,
o será que a tu lado
es invierno
y a mí nunca
me gustó el frío.

Mengano

Me atrincheré
en los versos
de Benedetti
como si fueran
un refugio,
pero su Inventario
me dejó a solas
frente a una larga lista
de sueños futuros,
cubierta por el polvo 
del desencanto.
Y dejé que mengano
y fulano
borraran mi sonrisa,
convirtiendo a la angustia
en la protagonista
de estos días.

Pies para qué los quiero

Los días grises habían impregnado su vida de tal forma que la tristeza se había convertido en su sombra. Un marido al que amó, y quién sabe si aún amaba, que nunca había estado presente, para el que todo tenía mayor importancia que ella. Una hija que se había encargado de alejarse lo suficiente como para que las sombras grises no la asfixiasen. Una vida vacía de ilusión. Un vacío lleno de silencio.

Pero aquella tarde todo cambió. Había estado encerrada en su estudio pintando, intentando evadirse de todo, buscando motivos que no hallaba. Había empezado a hacer una serie de autorretratos, movida, indudablemente, por su pasión por Frida. Pero en este algo era muy diferente, de su espalda salían dos perfectas alas. Se miró en el espejo y vio que no era cosa del lienzo, que ahí estaban sus alas, radiantes, prometedoras, llenas de esperanza.

Nunca volvimos a saber de ella.

Huir...

He aprendido
a huir de mí,
pero verme
desde fuera,
me genera, aún,
más tristeza.

Amores eternos...

Aun sabiéndote
fugaz,
elegí amarte
eternamente.